El consumo de productos importados

«Amigos da Terra» publicó en Mayo el informe Alimentos Kilométricos que describe el impacto ambiental, traducido a emisiones netas  de gases contaminantes, de las importaciones de alimentos del Estado español. Las cifras globales indican que importamos anualmente más de 29 millones de toneladas que recorren una media de más de 5.000 kilómetros y se traducen en más de 5 millones de toneladas de CO2.

Posiblemente pensemos que se trata de alimentos tropicales, cultivados y procesados en otros continentes, pero nada más lejos de la realidad. El estudio analizaba alimentos tan cotidianos como garbanzos, huevos, cereales, carne, pescado, vino, animales vivos, frutas y legumbres, etc.

Si lo trasladásemos a nuestra ciudad, el resultado sería que, solamente por causa de nuestra alimentación, cada ciudadano vigués emite a la atmósfera 118.500 kilos de veneno al año. Quizás esta cifra ayude a comprender que detrás de la alimentación se esconde el 50% de los gases que provocan el cambio climático y el resto de la contaminación del aire, agua y las tierras.

Pero los efectos ambientales son apenas una parte de los problemas que genera nuestra alimentación industrializada. Los problemas sociales que se ocultan tras la aparente paradoja de que un kilo de legumbres, traído desde Sudamérica, cueste más barato que su equivalente de producción local. ¿En qué condiciones laborales, sanitarias, sociales, económicas y ambientales trabajan los campesinos del tercer mundo, que mueren de hambre mientras producen nuestros alimentos? A eso es lo que se llama «externalidades»; a ese coste no reflejado en el producto pero que se traduce en costes ambientales, sociales, económicos, etc.  A lo largo de esta cadena, según la FAO, se pierden además el 50% de los productos.

¿CÓMO PODEMOS SOLUCIONARLO?

Los consumidores tenemos en nuestra mano el poder de tomar decisiones que nos garanticen una auténtica soberanía alimentaria. Somos «el motor» del cambio, que se inicia por consumir productos de temporada, de origen local y preferentemente de producción ecológica. La diferencia de precio tiene mucho que ver con la demanda. Aquellos productos que encuentran mercado ajustan automáticamente su precio y sobre todo debemos pensar en las consecuencias, no sólo económicas, de nuestras decisiones como consumidores. Existen múltiples cooperativas y asociaciones de consumo consciente, en las que familiar o individualmente podemos acceder a estos produtos frescos, ecológicos, locales y de comercio justo a precios equivalentes a los de la alimentación industrial. En Vigo contamos con «Árbore», una de las pioneras en Galicia.

Fuente: La Voz de Galicia (06/05/2012)

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